lunes, 15 de junio de 2009

Una noche en Sodoma por Adrián Haidukowski




Mientras la china baila en el caño y un borracho pelado se siente una estrella de rock en su campera de nobuk crema, se acerca a nosotros Fiorella. Veinte clientes en una semana, se jacta. No es linda pero sí simpática, en los brazos desnudos signos de buen comer o de mal entrenar. En seguida le decimos que gracias pero que queremos una chica de diferente contextura física. Entonces la vemos a ella. Una rubia alta, falsa estrella de holywood que baila y pierde el equilibro frente a un pelado yanqui. Ella es la única que parece feliz de hacer lo que hace y por eso nos llama la atención. Llamamos al mozo pero nos dice que está ocupada, que no puede venir con nosotros, entonces, solo porque nos sentimos defraudados, le pedimos que llame a una morocha, petisa que está de pie junto a la barra.
Cuando se acerca nos dice que se llama Estrella, es la bailarina principal pero como tuvo un problema con el dueño no baila por un mes. Le creemos porque para eso existen sus historias, para creerlas. En seguida se siente a gusto con nosotros y nos dice que nos va a cobrar la mitad si pasamos al reservado con ella. Nos gusta su actitud, nos gusta su cuerpo pequeño y sus grandes pezones. Ella es sumisa y nos promete que va a hacer todo lo que querramos para complacernos. Y cuando todo parece listo. El mozo se acerca y nos dice que Isabel, la rubia de california está libre. En seguida, casi como en un acto reflejo le pedimos a Estrella que se vaya. Se acerca entonces Isabel, camina en zigzag y parece feliz al vernos. Se sienta y ya nos dice que somos hermosos, la empieza a besar a María A., la besa como si fuese la primera mujer que besa. Y lo confiesa, es la primera mujer que besa. Nos reímos porque sabemos que miente. Todavía creíamos que mentía. Nos convence de que pasemos, de que le entreguemos toda la plata si queremos disfrutarla. Y como es nuestro punto débil, lo hacemos. Llamamos al mozo y le decimos que nos prepare un reservado. Isabel y María A. se van juntas y me quedo pagando los tragos en la barra, excesivos y ridículos precios que no tiene razón de ser, pero así es el sexo pago, es caro, muy caro. Cuando entro al reservado las dos están desnudas. María A. abierta de piernas y la cabeza de Isabel hundida entre sus muslos. El pelo rubio, la montaña de pelo rubio se sacude como el de un animal en celo. Pero el único celoso soy yo, siento que ellas podrían hacer una gran pareja , podrían ir juntas por el mundo cosechando clientes millonarios, pero María A me hace una seña con el dedo. La seña es negativa, Isabel no sabe como chupar una concha. Y sí, es la primera vez que está con una mujer. Me decepciono, entonces me bajo el pantalón, me pongo un forro y penetro a la puta sin siquiera lubricarla. Tengo el pito duro, muy duro y María A. se ríe, todo le causa gracia y a mí también. Cuando terminamos tratamos de hablar con Isabel pero de cada tres palabras una es mierda y la otra mierdita. Entonces le decimos que baile, que para eso le pagamos, para que haga lo que nosotros queremos. Dirigida por María A., Isabel interpreta su mejor coreografía. Veinte minutos de movimiento con música romántica latina que no molesta. Nos importa tan poco la rubia y su falso vedetismo que nos vamos antes de que termine el tiempo. En la salida nos cruzamos con Estrella, le pedimos su número y le decimos que algún día, vamos a llamarla para que venga a bailarnos a casa.

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